Según la OMS un 5% de la población mundial sufre algún problema de pérdida auditiva, un porcentaje que en nuestro país es mayor y se sitúa cerca del siete por ciento (un total aproximado de tres millones de personas)

 

Esas pérdidas auditivas también suponen una serie de cambios en la manera en la que los afectados se relacionan con su entorno, y que pueden afectar a su calidad de vida y su salud mental. 

 

Gran parte de esos factores tienen que ver con la percepción social de una condición que, en muchas ocasiones, es difícil de percibir para los que no la sufren. Los primeros en darse cuenta suelen ser los familiares y personas cercanas porque la comunicación empeora y hay cambios en su personalidad y estado de ánimo.

 

Es clave la detección de los síntomas y seguir un tratamiento adecuado es no sólo para cuidar la audición sino para evitar un aislamiento que no ayuda al estado anímico. Hay que tener en cuenta que se cansan de participar en actividades cotidianas por no poder oir bien y dejan de hablar con la familia, ver la televisión…les cuesta relacionarse con el entorno.

 

Una vez detectada la pérdida auditiva puede tratarse de tres formas: cirujía, para tratamientos cocleares, medicación que se utiliza solamente para pérdidas de audición temporal y, finalmente, el uso de audífonos. Esta última es la mejor solución ya que son beneficios día tras día porque recuperan vida social y capacidad de comunicación.

 

Al sentir una mayor seguridad en sí mismos evitan así el deterioro cognitivo que se puede derivar de estos problemas cuando se prolongan de forma continuada.

 

Detectar precozmente la pérdida auditiva es clave para el tratamiento no sólo de la audición sino también el de otras enfermedades de tipo cognitivo como son la demencia, el Alzheimer o la depresión. Es vital en este sentido la revisión de forma periódica de la audición a partir especialmente de los 60 años.