El número de españoles con problemas de audición supera ligeramente el 3% de la población total del país. Es decir, cerca de un millón y medio de personas sufren algún tipo de deficiencia auditiva y se están tratando para superarlo.
El colectivo más indefenso, el de los niños, se acerca al 1,5% de ese millón y medio. Son dieciocho mil repartidos por todo el territorio y cuyo diagnóstico, si se realiza con precocidad, evita que la sordera infantil progrese.
La sordera presente en el momento del nacimiento se denomina congénita y obedece a dos razones fundamentales: se reparten entre un origen genético y otro por causas ambientales prenatales. Una cifra de reparto cercana al 50-50%.
Dentro de las sorderas o pérdidas de audición no congénitas encontramos diversas fuentes que resultan originarias del problema. Otitis, meningitis, catarros mal curados, etc. Otros problemas de sordera en el bebé pueden derivar de causas tan dispares como el pretérmino -parto antes de las 37 semanas-, una ictericia grave o un traumatismo cráneo encefálico.
¿Qué pruebas de diagnóstico se llevan acabo?
Existen algunos programas o pruebas que permiten detectar estas deficiencias en los niños antes del primer mes de vida, pero resulta de vital importancia poder disponer de un diagnóstico antes de llegar a los seis meses con el fin de iniciar el tratamiento preciso combinado con el logopeda.
En el caso de las pérdidas de audición o sorderas hereditarias existe una prueba basada en el cribado auditivo universal sobre los 34 genes que se relacionan con este problema. En un 30% de los casos se consigue conocer el origen de este tipo de pérdidas.
Otra de las pruebas que se realiza de forma preventiva en el momento del nacimiento es la relacionada con las otoemisiones acústicas. Es una prueba rápida, poco invasiva y segura.
Los potenciales evocados es otra de las opciones que se utilizan para detectar problemas de audición y elaborar diagnósticos. Es menos concluyente que las anteriores ya que no se considera una audiometría real pero sirve para estudiar las frecuencias agudas que permiten tener una idea objetiva de la audición, la intensidad de la pérdida y la localización de la lesión.
Las audiometrías de comportamiento como prevención deben realizarse entre los 2 y 8 meses en partos normales y entre los 2 y los 15 meses en los prematuros o embarazos de pretérmino. Sirven para ver respuestas reflejas si se producen de manera inmediata a la emisión del sonido.
Diagnósticos y tipos de pérdidas auditivas
Una vez realizadas las pruebas que el bebé o el niño necesita ha de clasificarse el tipo de pérdida auditiva, si la hubiera, en alguna de las siguientes tipologías:
La pérdida auditiva conductiva es cuando el daño o el problema se localiza en el oído externo o medio. Hace referencia a un tipo de problema de audición en la parte más externa del sistema auditivo. Si el daño se encuentra en el oído interno o en el nervio auditivo estamos hablando de un diagnóstico de falta de audición neurosensorial. Más interiorizada en el oído interno.
Cuando la pérdida o el daño se diagnostica tanto en el oído medio como en el oído interno hablamos de una pérdida auditiva mixta.
Es importante conocer, en todo caso, la gradación de pérdida auditiva para considerar el tipo de deficiencia que el bebé o el niño pudiera tener:
- Audición normal: se sitúa en un espectro inferior a los 20 decibelios.
- Deficiencia auditiva leve entre los 21 y los 40 decibelios.
- Deficiencia auditiva moderada: umbral de audición entre los 41 y 65 dB.
- Deficiencia severa: rango de audición entre los 65 y los 90 decibelios.
- Deficiencia auditiva profunda: entre los 91-119 decibelios
- Pérdida total o cofosis cuando no hay respuesta en 120 decibelios.